Como cristianos, tenemos un eje principal que nos rige y es la muerte y resurrección de Jesús. No tendría sentido decir que creemos en Jesús si no reconocemos por nuestra fe que Él murió en la cruz y se llevó allí todas nuestras enfermedades y pecados. Y el diablo no quiere que recordemos eso, por eso es importante celebrar la Santa Cena constantemente, para recordar la obra de Jesús en nuestras vidas.
1Corintios 11:23-31 (RVR)
“23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 24y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
27De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. 29 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. 30Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados;…”.
Todos sabemos que la sangre de Cristo tiene poder, pero debemos empezar a reconocer también que hay un poder sobrenatural en Su cuerpo. En la Santa Cena Jesús quiere que recordemos su muerte, porque todo lo que nosotros tenemos hoy como cristianos se centra en la muerte de Jesús.
La salvación del pecador está en la muerte de Cristo y cada vez que nosotros reconocemos eso, estamos reconociendo cuál es nuestra posición en Cristo.
En el mundo nos confundieron al decirnos que cuando se habla en la Biblia de tomar indignamente el pan y el vino, esto se refería a nuestros pecados. Pero esta afirmación invalida la muerte de Jesús en la Cruz y su resurrección. No recibimos el perdón de pecados a través de un hombre ni tenemos la comunión con el Espíritu Santo al comer el pan, ¡recibimos el perdón de pecados gracias a Jesús y a Su muerte en la cruz!
Cuando tú te incas de rodillas a hablar con el Señor, a exponerle al Señor tus faltas, lo que tienes es una comunicación con Él a través de la oración. Pero eso no es comunión; comunión empieza cuando te levantas de tus rodillas e imitas a Jesús en cada área de tu vida, esa es la verdadera comunión. Tomar un pan no es comunión, eso es creer que es diferente.
La Santa Cena es el canal divino de la sanidad. También es la máxima expresión de amor de Dios, no de su juicio sino de su amor, porque fue por amor que Jesús murió en la cruz por nosotros.
Tenemos que entender que la indignidad no tiene que ver con el pecado, sino con el entender el poder que tienen el cuerpo y la sangre de Jesús (1 Corintios 11:29).
1 Pedro 2:24 (RVR)
“quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.
El cuerpo de Jesús, simbolizado por el pan, trae sanidad a nuestras vidas. El pan tiene poder para sanidad y la sangre tiene poder para perdón de pecados. Si unes tu fe a esta confesión, sabrás que una vez tomes la Santa Cena puedes recibir la sanidad que en Cristo Jesús te pertenece.
El impedimento para recibir la Santa Cena no son nuestros pecados, sino nuestra falta de entendimiento del poder del pan y el vino, que son el cuerpo y la sangre de Jesús.
Es tanto el poder sanador que tiene el cuerpo de Jesús que la mujer de flujo de sangre no necesitó tocarle. Era tanto el poder sanador que había en su cuerpo, que era traspasado a Su túnica. Por eso ella solo necesitó tocó el borde de Su manto y en ese momento salió poder del manto de Jesús, y ella fue sanada. Tú para recibir sanidad no tienes que tocar el cuerpo de Jesús, sino celebrar la Santa Cena y unir tu fe a esta celebración, y sanidad vendrá a tu vida.
Si bien la indignidad no tiene que ver con tu pecado ni la condenación que este pueda producir, sí tiene que ver con la forma en que tu llevas tu vida en Cristo. Comienza a pensar en estos momentos en estas tres cosas:
– ¿Cómo está tu relación con Jesús?
– ¿Cómo está tu relación contigo mismo?
– ¿Cómo está tu relación con las demás personas?
Jesús no quiere que vivas una vida de apariencias, Él quiere que vivas una vida genuina, que reconozcas tus pecados, te arrepientas, te apartes y no los cometas más.
Tanto la sanidad como el perdón de pecados no son promesas. Promesas son cosas que tú esperas, pero esto ya lo pagó Jesús por nosotros en la cruz del calvario. La sanidad y el perdón de pecados son derechos que tú y yo tenemos por lo que hizo Jesús en la cruz del calvario.
La Santa Cena añade vida a tus años y años a tu vida. A tomarla, le estamos anunciando al diablo que está derrotado sobre nuestras vidas y le estamos recordando a las potestades que Jesús triunfó sobre todos ellos. El diablo no tiene poder sobre tu vida mientras tú tengas claro el poder que hay en el cuerpo y la sangre en tu vida.