Tres Encuentros

Tres Encuentros

Pastora Igna De Suárez. marzo 24, 2019

Usías fue un gran rey para la nación de Judá, gobernó durante 52 años. Llevó a la nación a una gloria, obtuvo gran poderío militar y económico, la nación tuvo mucha estabilidad.

Enseñanza.

Isaías 6:1-8 (RV60)

En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.

Entonces dije: !!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.

Usías comenzó muy bien, pero terminó muy mal. Él terminó mal porque cuando Dios te bendice y prospera, debemos caminar humillados delante de su poderosa mano, porque en ocasiones se nos olvida quien ha hecho todo por nosotros.

2 Crónicas 26:16-21 describe que, estando en la gloria de su reinado, Usías entró a la casa de Dios, y los sacerdotes estaban ofreciendo incienso. Él tomó los incensarios para ofrecerlos, los sacerdotes le dijeron que ese no era su llamado, pero aun así lo hizo, y Dios lo castigó con lepra hasta el final de sus días.

Nosotros podemos tener Usías en nuestras vida, esto representa las cosas que están por encima del lugar donde Dios debe estar. Dios debe ser el número uno, debe estar por encima de personas y cosas; tu profesión, tu inteligencia, tu dinero, el ministerio que Dios te ha entregado, tu dinero, personas (hijos, esposos, amigos, etc.) e incluso nosotros mismos, podemos ser Usías. Dios nos pide que pongamos Usías e Isaacs en el altar, porque solo Él puede ocupar el trono de nuestro corazón.

Ahora bien, cuando Isaías ve que Usías muere, ya él era profeta. Él quedó devastado, y en medio de su dolor y luto fue al templo, se preguntaba qué pasaría con la nación, con la economía, con los enemigos, no sabía qué pasaría en adelante. Cuando Isaías entra el templo, es ahí donde suceden los tres encuentros:

  1. Un encuentro con Dios

Cuando entra el templo, Dios le estaba esperando. Al entrar tuvo una visión de Dios, primero vio la gloria y majestad de Dios, lo vio centrado en un trono alto y sublime. En ese momento se olvidó de Usías, Dios le estaba diciendo que aunque el rey murió, Él no muere, su trono está por encima del trono de los hombres. Sus faldas llenaban el templo, porque en aquel tiempo la grandeza de un rey se medía con el largo de sus faldas, y por eso el Dios de la gloria llena el templo con su majestad y su presencia. Dios decía que murió Usías, pero él vivirá eternamente. Podremos perderlo todo, pero Dios sigue siendo Dios y reinando por encima de todo. Mueren los Usías, pero Dios vive eternamente.

Asimismo cambió la vida de Saulo de Tarso, quien en camino a damasco tuvo un encuentro, vio una luz resplandeciendo y calló al suelo. Jesús le habló y le preguntó por qué le perseguía, desde ese día hubo un antes y un después para Saulo.

Isaías vio también la santidad de Dios. Dios se estaba revelando como rey, en la magnificencia de su santidad. Aun cuando era profeta, estaba teniendo una experiencia con Dios. Nuestra vida cristiana se puede convertir en una rutina, nos levantamos y acostamos con Dios, oramos rutinariamente, ese es el camino a la religión, no a la relación, por eso necesitamos un encuentro con Él.

  1. Un encuentro consigo mismo

El capítulo 5 de Isaías, se le ve desarrollando su ministerio profético. Cuando profetiza al pueblo, dice: “¡ay de los que mienten!, ¡ay de los que aumenten heredad tras heredad!, ¡ay de los que se alejan de Dios!, ¡ay de los que se emborrachan!”, hay seis de estas expresiones en el capítulo. Pero en el capítulo 6 hay una exclamación, no hacia otros, sino hacia él mismo. Cuando ministramos a otros, es muy fácil pensar que somos mejores que ellos y compararnos; pero ante Dios no hay comparaciones, por eso dice la palabra que Dios ama la verdad en lo íntimo. A las personas las podemos engañar, pero a Dios no, Él quiere que caminemos en rectitud.

El profeta tuvo que reconocer su propio pecado, que sus labios estaban contaminados e inmundos. Es decir, no había cuidado su corazón, estaba en el reino, rodeado de mucha gente, y había contaminado sus labios, había entrado en la crítica, en la murmuración con palabras necias. Podemos hacer chistes, pero de una manera santa y correcta.

Isaías reconoció que se había contaminado, que su corazón no estaba bien, que se había sentado en silla de escarnecedores.

Marcos 7:18-23 (RV60)

18 El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, 19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. 20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.

Tu raíz de amargura contamina al que está al lado, quizás alguien llega a la iglesia hambrienta de Dios, pero tus palabras le contaminan. Del corazón sale todo lo malo.

El segundo encuentro te lleva a una confrontación con la condición de tu corazón. Cuidado con lo que hablamos, y lo que no hablamos, el silencio se convierte en una aprobación. De nuestra boca no pueden salir las mismas palabras que decíamos cuando éramos carnales y no conocíamos a Cristo. Necesitamos cambiar, porque aun siendo cristianos, hay quienes todavía necesitan nacer de nuevo. Necesitamos caminar en rectitud, podemos engañar a todos, pero tenemos un Dios que lo sabe todo. Cuando tu vida y tu pasión es Dios, todo será diferente.

  1. Un encuentro con el llamado de Dios

Luego de purificar sus labios y corazón, Isaías encontró la esencia de su llamado, de la misión que Dios le había encomendado. Hasta el capítulo 5 no había entendido la grandeza de su llamado, todos aquí tienen un destino al cual llegar; viniste al mundo porque Dios tiene propósito con tu vida, por más sencillos que parezcan tus dones, Dios te quiere usar. Dios quiere que entendamos la misión de nuestro llamado.

Isaías no entendía a la dimensión que Dios lo iba a llevar. Dios lo sacó de las aguas pequeñas, para llevarlo a las aguas profundas, a este profeta se le relevaron los secretos del Mesías, este es el profeta que nos ha llevado a claridad 700 años antes que viniera el Mesías. A él se le reveló el nacimiento del Mesías (Isaías 9:6-7), su unción (Isaías 61:1) y sus sufrimientos (Isaías 53).

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